La crisis sobre los medios convencionales en general pero sobre en el medio impreso por excelencia esta en boca de todos los profesionales de la comunicación y el marketing.
Los datos de cierre de verdaderos imperios empresariales, las bajadas espectaculares de lectores o de inversión publicitaria, habla por si solo de un cambio de escenario para los editores tradicionales. La crisis que salpica todo únicamente parece acelerar la urgente necesidad de un proceso de reconvención del sector si quiere sobrevivir. Todo esto ha sido más que analizado por profesionales del sector y forma parte de una jaqueca crónica de quienes presumían en “pettit comité” de ser parte un cuarto poder.
Pero yo he querido preguntarme que me sigue motivando a levantarme cada mañana y tras visitar mis medios de referencia en la red, bajar al buzón de casa y recoger el periódico al que estoy suscrito desde hace años con una devoción casi enfermiza. Mis razones seguramente se alejan de los científico o demoscópico y se acercan más a lo melancólico, pero a día de hoy sigo leyendo prensa escrita y estas son mis razones.
- Las firmas, periodistas de la vieja escuela que cuentan lo que pasa analizándolo desde la perspectiva de un pasado parecido.
- Su ordenada maquetación, su fácil manejo y cómodo desplazamiento hasta lugares muy privados.
- Los contenidos. El análisis, los datos fríos, las tablas de clasificación, los índices de audiencia, las crónicas cargadas de poesías de eventos deportivos u otros, a pesar de las horas transcurridas. Las criticas cinematográficas o televisivas, los reportajes extensos y los otros también, las letras y algunas verdaderas obras maestra de arte grafico.
- Los titulares, de dos de tres o cuatro columnas, que casi nos gritan pidiendo su atención.
- También la publicidad, en ocasiones creativa, casi siempre informativa respecto a los que hacen las marcas para seguir en el mercado.
- El olor y el tacto del periódico.
Estás son algunas de mis razones, que parece empiezan a ser las de una minoría.